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“Llamé de esta manera a la obra que compuse y estrené allá por el 2003, cuya puesta en escena se iniciaba con la estampa de ocho bailarinas ubicadas en poses desiguales cubriendo el escenario. El vestuario que diseñé conservaba la sencillez de un atuendo que no pretende adueñarse del protagonismo como estímulo visual. Más bien era adecuado para simplificar los desplazamientos en el espacio. Facilitar las caídas de los cuerpos en la tierra al serpentear en cada una de las rodadas, emulando el balanceo de las olas, otorgando liviandad a la contextura física y transparentando la holgura del océano, en cuyos fondos se excitan las revueltas. Una casaca amplia y escotada, de mangas largas, que no apretaban los brazos ni las muñecas, y un pantalón con aberturas laterales en la parte externa de las piernas, ceñido a la cintura y a los tobillos por costuras elásticas. Todo en color azul lavanda, constituía el traje que arropaba la desmesura de la pleamar. Los cuerpos de cada intérprete habían sido previamente mojados, así el suave algodón de la tela calcaba sus fisonomías al adherirse sobre los salientes femeninos. Con los cabellos empapados aquellas mujeres estaban por desarmar la postal rectangular para comenzar una danza que nadaría en la vertiente del amor.

El amor y el mar siempre estuvieron ligados no por un juego de palabras como el anagrama del título que armé. Acaso donde uno accidentaba su geografía continental el otro, por azar, confluía en idéntico cruce. Ambos en constante desplazamiento del oleaje y de las corrientes sentimentales, trastocando cualquier movimiento marcado en las emociones.

A modo de prólogo en medio del silencio de la sala, se escuchaba el recitado de un poema grabado con mi voz que escribí entre la noche y el alba. Esto ocurrió durante las fases del montaje, de forma intempestiva, cuando sobrevuelan las coincidencias en el plano bajo y las atrapo agradeciendo su milagrosa aparición. Estaba durmiendo y, de pronto, mis ojos partieron en dos mitades la nebulosa de la habitación. Era la primera madrugada que me levantaba para redactar el puñado de palabras que oprimían el tórax. Una carga enganchada en el subconsciente, tironeando de la laringe, como si toda la jaula respiratoria se hubiera convertido en un fuelle a punto de ser arrugado por las manos maestras de un bandoneonista. Segundos donde el ahogo puede llegar a ser poderoso. Un resuello que nos aprieta las cuerdas vocales obstruyendo el tráfico de la voz hasta formar un nudo lacerante y que raspa al entrar una sola bocanada de aire.

Entre la noche y el alba, cuando se anunciaba una tormenta, sentí el reclamo de esa poesía, igual que si salieran de ronda las valquirias expulsándose una tras otra de los libros apilados en la añosa biblioteca de mimbre. Guerreras incólumes, de piel blanca, casi transparente, montadas en sus corceles alados y reluciendo impecables…”

(Fragmento del libro DE AMARES, © Karina Isabel Roldán, 2009)

Karina Roldán

Author Karina Roldán

Maestra de danzas, Coreógrafa y Creadora, Directora de la Academia y de la Compañía de Danzas Karina Roldán. Escritora, Poeta, Productora. Artista y alma transformadora.

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